Acuífero ultraprofundo en el “olvido”
¿Qué pasará con el proyecto del acuífero ultraprofundo? ¿Qué pasará con todos los estudios que realizaron el Instituto de Geología de la UNAM, la Comisión Nacional del Agua, la Comisión Federal de Electricidad, el Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias, Pemex y del entonces Sistema de Aguas de la Ciudad de México? ¿Se retomarán los resultados de este equipo multidisciplinario que confirmó la presencia de un acuífero profundo y su viabilidad técnica-económica para suministrar agua potable a la CDMX?
Por Alejandro Ramos Magaña
¿Qué pasará con el proyecto del acuífero ultraprofundo? ¿Qué pasará con todos los estudios que realizaron el Instituto de Geología de la UNAM, la Comisión Nacional del Agua, la Comisión Federal de Electricidad, el Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias, Pemex y del entonces Sistema de Aguas de la Ciudad de México? ¿Se retomarán los resultados de este equipo multidisciplinario que confirmó la presencia de un acuífero profundo y su viabilidad técnica-económica para suministrar agua potable a la CDMX?
A más de un mes del inicio del gobierno de Clara Brugada, aún no hay un pronunciamiento sobre si retomará el proyecto experimental del acuífero ultraprofundo.
En 2012, las entonces autoridades del Sistema de Aguas de la Ciudad de México hallaron agua potable a 2 kilómetros de profundidad, y la primera hipótesis que afloró fue de que se podía tratar de un gran depósito de agua y que podría ser una potencial fuente de abasto para la metrópoli. El hallazgo se dio a fines del gobierno de Marcelo Ebrard. Posteriormente Miguel Ángel Mancera respaldó los trabajos de investigación, pero en el gobierno de la entonces jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, se frenó el proyecto bajo el argumento de que extraer agua a esa profundidad podría acelerar el hundimiento de la ciudad.
EL CONTEXTO
Después de los sismos de septiembre de 1985, el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado encargó a los ingenieros de Pemex que realizaran un amplio estudio del subsuelo del Valle de México. El objetivo era determinar si había agrietamientos de alto riesgo y qué zonas serían las más vulnerables ante otro terremoto.
Los trabajos terminaron en 1986 y el subsuelo no presentaba daños de consideración, no había riesgos, pero los ingenieros detectaron a más de 2 kilómetros de profundidad un acuífero y dimensionaron que era de gran capacidad. El proyecto se documentó y se archivó, pero con la alerta del potencial hallazgo de una nueva fuente de agua para el Valle de México.
Ya en 2011, las entonces autoridades del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) retomaron el proyecto del acuífero ultraprofundo y conformaron un equipo multidisciplinario para realizar la investigación científica con tecnología petrolera.
El plan de perforación de pozos exploratorios tuvo éxito, y en octubre de 2012 encontraron el gran depósito de agua con buena calidad. Se trató del pozo San Lorenzo Tezonco, en Iztapalapa, el cual a partir de diciembre de 2012 se conectó a la red de la zona brindando un abasto de entre 70 y 150 litros por segundo.
Si bien se trataba de una nueva fuente de agua con viabilidad técnica-económica, los trabajos de investigación estaban diseñados a largo plazo: 10-20 años en forma sistemática y con una dinámica de perforación de entre 50 y 100 pozos en ese lapso, hasta comprobar la extensión del acuífero y su capacidad de almacenamiento.
A 12 años de la operación del pozo de San Lorenzo Tezonco, sólo hay un total de cinco perforados –dos de ellos ubicados en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca, en Iztacalco–, y hasta ahora, sólo han aportado una gran cantidad de gas, dejando pendiente los estudios detallados para liberar el fluido y aprovechar el agua. Otro pozo exploratorio, Santa Catarina, en Xochimilco, tuvo éxito, y a la fecha aporta 105 litros por segundo a la red de Iztapalapa. Y el último pozo profundo, Mirador, ubicado en el Cerro de la Estrella, Iztapalapa, quedó suspendido, pese a que se concluyeron los trabajos de perforación.
Cuando inició el gobierno de Claudia Sheinbaum (2018-2024), las autoridades del Sacmex determinaron detener el proyecto de exploración de pozos profundos con el argumento de una probable causa de hundimientos del subsuelo. Lo cual hasta el momento no se ha comprobado que este fenómeno suceda con dicho proyecto de investigación.
El geólogo Federico Mooser (quien coordinó la perforación de estos pozos exploratorios; ya fallecido), me aseguró en una entrevista, que este proyecto del acuífero ultraprofundo no generaba hundimientos del subsuelo, como sí ocurre con el acuífero somero (a casi 300 metros de profundidad) y que abastece de agua al Valle de México desde 1850, siglo XIX, calificado ahora como sobreexplotado. Queda claro que ambos acuíferos son independientes, no tienen conexión.
Y ante la escasez de agua en la Ciudad de México por la prolongada sequía en el país desde 2019, la entonces jefa de gobierno anunció el 9 de abril de 2021 que sí se recurriría a la extracción de agua de los pozos profundos.
“El agua extraída a 2 mil metros de profundidad será utilizada para abastecer a la ciudad”, lo confirmó Sheinbaum. Si bien se reactivó el suministro del acuífero ultraprofundo, pero ello no implicó que se diera luz verde al plan de investigaciones a largo plazo.
Los pozos que están en el proyecto de las autoridades capitalinas son los dos de la Ciudad Deportiva, e intensificarán los trabajos para corregir las fugas de bióxido de azufre y conectarlos a las redes de abasto de Iztapalapa e Iztacalco.
No hay duda de que este proyecto de pozos profundos puede ser la mejor alternativa para lograr una nueva fuente de agua para el Valle de México, pues traer el vital líquido de otra cuenca implica no sólo los altos costos económicos, sino enfrentar complicados y prolongados conflictos sociales.
La sobreexplotación del acuífero somero y la vulnerabilidad del Sistema Cutzamala (impactado por el cambio climático y por la destrucción de bosques a manos de taladores y por el crecimiento caótico de la mancha urbana), obligan a que de forma acelerada se busquen las opciones de fuentes de abastecimiento futuras, y el acuífero ultraprofundo lo representa sin generar una guerra por el agua.
Recordemos que el proyecto de Temascaltepec fue el de mayor potencial, pero la resistencia social en la región impidió que el agua fluyera para alimentar el Sistema Cutzamala y hasta ahora está cancelado el plan.
El proyecto Tecolutla-Necaxa, tendría un costo superior a los 35 mil millones de pesos, y también afloran signos de resistencia de los pobladores. El caso del Valle del Mezquital (a cuya región desde hace más de 100 años el Valle de México le envía las descargas del drenaje), traer el agua que ya la naturaleza limpió en el subsuelo tendría un costo mayor a los 15 mil millones de pesos, pero también los habitantes se organizan para evitar la extracción del líquido.
En suma, traer agua de otras cuencas al Valle de México detonaría más luchas sociales por el agua que soluciones sustentables. Por ello es urgente impulsar la recarga natural de mantos acuíferos con más obras de pozos de absorción; promover la recarga artificial mediante el tratamiento de las aguas residuales y reinyectarlas al subsuelo; reducir los volúmenes extraídos y conservar las superficies boscosas para la captación de agua pluvial. Y aprovechar de forma racional la potencial fuente del acuífero ultraprofundo.
El reto es lograr servicios sustentables y de la calidad y que trasciendan posturas políticas sea cual sea el gobierno. Esa es la ruta estratégica y con visión metropolitana.