La salud humana y el aire contaminado
El crecimiento poblacional en México ha doblado los débiles programas de planeación de la entidades, y al hacerlo el desequilibrio ambiental va en aumento. Se pierden anualmente importantes superficies de bosques, barrancas, cerros y hasta selvas, y con ello el riesgo es mayor contra los principales elementos: oxígeno y agua, los cuales nos los brindan los ecosistemas sanos.
Por Alejandro Ramos Magaña
El crecimiento poblacional en México ha doblado los débiles programas de planeación de la entidades, y al hacerlo el desequilibrio ambiental va en aumento. Se pierden anualmente importantes superficies de bosques, barrancas, cerros y hasta selvas, y con ello el riesgo es mayor contra los principales elementos: oxígeno y agua, los cuales nos los brindan los ecosistemas sanos.
El arrasamiento de superficies naturales junto con la deforestación también han alterado las cadenas alimenticias. Esta situación ha provocado que gran parte de actividad agrícola se sustente en uso intensivo de agroquímicos y pesticidas.
Las alertas no terminan en las metrópolis; el riesgo en que se encuentran los elementos oxígeno y agua, exigen actuaciones inmediatas para defender la biodiversidad. El Valle de México lleva más de 35 años combatiendo la mala calidad del aire, pero sigue utilizando gasolinas de mala calidad y quema de biomasa en el sector transporte, y mantiene sin actualizar el Hoy No Circula y el cuestionado sistema de verificación vehicular, el cual se convirtió en un plan recaudatorio con poca transparencia en su efectividad. Además, las invasiones a suelo de conservación son constantes, así como la incesante tala clandestina en los bosques.
La mala calidad del aire en las zonas urbanas no sólo impacta la función pulmonar o cardiovascular de las personas, sino que también incide en el sobrepeso, obesidad y diabetes –la llamada epidemia del siglo XXI–.
En la última década, diversos estudios realizados en Estados Unidos, España y China, entre otros países, determinaron que la contaminación atmosférica es la responsable de causar diversos trastornos metabólicos e inflamatorios que desencadenan el sobrepeso, obesidad y diabetes, que se han convertido en un serio problema de salud pública. Este fenómeno se suma a los males congénitos que tienen algunas personas quienes desde pequeñas ya muestran signos de obesidad.
De acuerdo con la quinta edición del informe del Estado del Aire Global (SoGA) en conjunto con la UNICEF, que se difundió a fines de junio pasado por el Health Effects Institute (HEl, organización de investigación independiente sin fines de lucro con sede en Estados Unidos), la contaminación atmosférica provocó 8,1 millones de muertes prematuras en todo el mundo en 2021.
Si bien el número de decesos prematuros es de alto impacto, de igual forma los millones de personas que padecen las enfermedades crónicas, lo que se convierte en un severo problema para los sistemas de salud, como es el caso de México,
Este problema no es nada menor en las metrópolis, sólo fue rebasado por la severa pandemia de COVID-19, y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), Estados Unidos y México lideran a nivel mundial los casos de obesidad en su población adulta y con males crónicos producto de la mala calidad del aire.
Cabe precisar, que el acelerado crecimiento de las metrópolis continúa elevando las emisiones de dióxido de carbono (CO2) con mayor calentamiento global y más concentraciones de emisiones tóxicas en la atmósfera. Por eso es vital mantener plantas y árboles para purificar el aire sucio, y además, para mantener la recarga de agua subterráneas, entre otras funciones esenciales para los ecosistemas.
En 2016, investigadores de la Universidad Duke (institución privada de alto prestigio en Estados Unidos) realizaron un estudio durante 8 semanas con ratones, hembras y machos, los cuales fueron introducidos a una cámara que contenía aire contaminado de Beijing, y al concluir el monitoreo resultaron con mayor peso del 10 y 18%, respectivamente, que otro grupo que vivió con aire limpio.
Junfeng “Jim” Zhang, quien coordinó la investigación, expuso que los efectos más significativos de aumento de peso se presentaron en periodos largos, en ocho semanas, y con menor sobrepeso en tres semanas.
Zhang alertó que los resultados del análisis científico traspolados al escenario humano hacen urgente la necesidad de contrarrestar la contaminación atmosférica ante el constante aumento de la obesidad en el mundo, el cual está altamente contaminado por la combustión de gasolinas, carbón y gas natural y LP.
La Universidad Case Western Reserve (otra institución privada de Estados Unidos) difundió en 2020 los resultados de otra investigación con ratones, en la que concluyó y reafirmó que existe un mayor riesgo a la obesidad y diabetes al convivir con exposiciones prolongadas a la contaminación atmosférica.
Dicho estudio fue publicado en Journal of Clinical Investigation y los investigadores determinaron que debido a factores ambientales a nivel mundial la prevalencia de obesidad se ha triplicado desde 1975 en adultos y menores de edad. Y advirtieron que a la obesogenicidad no se le ha dado la importancia que merece por la escasa evidencia epidemiológica.
Y a estos estudios también se sumó, recientemente, la Universidad de Washington (institución pública de EU), y su conclusión fue que existe una relación significativa entre la mala calidad del aire y la diabetes a nivel mundial. Uno de los investigadores del estudio, Ziyad Al-Aly, destacó que en 2016, y debido a la contaminación atmosférica, aumentó en 3.2 millones de nuevos casos de diabetes. Y a través del estudio se lanzó la alerta del aumento de casos de diabetes en países con menores recursos como Afganistán, Papúa Nueva Guinea o India.
Dicho estudio fue publicado en la revista especializada The Lancet Planetary Health.
Además, en 2019 el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) llegó a las mismas conclusiones en un estudio realizado a 2,660 niños de entre 7 y 10 años de edad, de 39 escuelas primarias de la ciudad de Barcelona. Lo novedoso de esta investigación fue que se realizó en el entorno escolar, y el sobrepeso volvió a estar vinculado a la exposición prolongada de la contaminación del aire.
En varias entrevistas que este columnista le realizó al Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina (1943-2020), el científico alertó que la mala calidad del aire, debido a la quema de combustibles fósiles, disminuía la función pulmonar y afectaba seriamente el sistema cardiovascular, principalmente por la contaminación de partículas menores a 2.5 micras (PM2.5) y ozono; además, los problemas de obesidad y diabetes los relacionó a factores ambientales y genéticos.
El científico Mario Molina advirtió que se necesitaban más monitoreos y mayor control normativo con las sustancias peligrosas como el benceno, tolueno y xileno, entre otros compuestos volátiles aromáticos (generadas por la quema incompleta de combustibles fósiles, fabricación de pinturas y uso de solventes), los cuales provocan cáncer de pulmón.
Según estimaciones de la OMS, en promedio anual fallecen 7 millones de personas a nivel mundial por enfermedades asociadas a la contaminación atmosférica, y precisa que el 92% de la población en el orbe respira aire contaminado.
De hecho en zonas, como la Ciudad de México y Zona Metropolitana, la mala calidad del aire se extiende cada año por mas de 300 días. Se han registrado años en que los días con aire limpio –con bajos niveles de ozono y de partículas finas–, no llegan ni a 20, y los días dentro de la norma se logran por el barrido que hacen los vientos en la atmósfera de la metrópoli y no por la efectividad del Hoy No Circula y la verificación vehicular.
Investigadores del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM advierten que mientras en Estados Unidos se tienen clasificados cerca de 187 compuestos tóxicos atmosféricos, en nuestro país no se tienen contemplados ni se monitorean sus concentraciones en la atmósfera de la metrópoli.
Además, hace falta un mapeo de alta precisión sobre las industrias, refinerías, termoeléctricas y sus emisiones. También se requieren datos actualizados sobre la situación de los ecosistemas del país, y qué programas se tienen para conservarlos.
Y otra cuestión, en el país con la alta tasa de obesidad y diabetes– hacen falta estudios que profundicen sobre este problema, pues no solo la mala calidad del aire nos afecta, la pandemia también atacó con fuerza a personas con estos padecimientos.
Hoy en día el ambiente es un importante factor de riesgo para la población; urge transparencia en este tema y que se impulsen novedosas acciones que aceleren programas transexenales para combatir la contaminación atmosférica y para conservar los recursos naturales. Estas acciones deben de ir más allá de improvisaciones, ocurrencias, demagogia y de omisiones.