Hundimientos, inundaciones y desajustes que hacen peligrar a la megalópolis
Las recientes lluvias en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México han vuelto a demostrar el grave problema que tiene el sistema de desagüe superficial, ya que ha perdido la pendiente original que permitía conducir grandes volúmenes de agua de una zona a otra.
Por Alejandro Ramos Magaña
Las recientes lluvias en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México han vuelto a demostrar el grave problema que tiene el sistema de desagüe superficial, ya que ha perdido la pendiente original que permitía conducir grandes volúmenes de agua de una zona a otra. Hoy ese volumen es mucho menor en todos los cauces que fueron entubados desde hace décadas. Y el resultado son los encharcamientos e inundaciones severas, como la de anoche en región de Xochimilco y Tláhuac.
Las intensas precipitaciones han rebasado las redes de drenaje y sistemas de bombeo, y hasta los sistemas de drenaje profundo como el Túnel Emisor Central (1975) y el Túnel Emisor Oriente (2019), van saturados con volúmenes de aguas negras y de lluvia.
Aunado a este problema se registran cada año los hundimientos diferenciales del suelo, producto de la sobreexplotación del acuífero. En promedio anual la zona centro de la CDMX se hunde 10 centímetros, lo que implica estar 10 metros por debajo del nivel que tenía la capital del país en 1910 (inicios del siglo XX). Sin embargo, lo más crítico se presenta en la zona oriente y sur de la ciudad con hundimientos anuales de entre 20 y 40 centímetros, con mayores afectaciones en Chalco y Tláhuac.
En la región oriente de la ciudad, donde tuvieron su esplendor los lagos de Chalco, Xaltocan y una parte del Lago de Texcoco, se tienen registros de hundimientos mayores de entre 20 y 40 centímetros por año. Y en esa zona es donde más ha crecido la mancha urbana en las últimas décadas, principalmente la presión la ejercen los municipios conurbados del Estado de México.
Sobra decir que estamos ante un fenómeno de alta gravedad, producto de la sobreexplotación del acuífero, del que hay registros de que se le extrae hasta el 240% del agua, seis veces más de lo recomendado, de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Este organismo nos precisa que el acuífero de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México presenta una extracción anual de 1,226 millones de metros cúbicos de agua y la recarga media anual se estima en 513; esto implica que la extracción se da en razón de 2.4 a 1.
Estos dos fenómenos: la sobreexplotación del acuífero y los hundimientos diferenciales del suelo van de la mano. Tenemos una seria crisis de desabasto de agua, y por el otro, las fallas geológicas generan socavones y grietas que dañan la infraestructura urbana y elevan la vulnerabilidad ante sismos de alta intensidad, como ocurre en Iztapalapa, Tláhuac y Chalco, principalmente. Además, los agrietamientos del subsuelo alteran significativamente la calidad del agua. Algo similar ocurre en las alcaldías Gustavo A. Madero, Iztacalco y Venustiano Carranza.
Entre 2007 y 2018, el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) realizó trabajos con la finalidad de dimensionar la evolución de los hundimientos y lo hizo con una red topográfica conformada con 1,985 bancos de nivel (placas de bronce de superficie ubicadas en las avenidas), de los cuales 18 son profundos (hincados sobre tubos una profundidad de 50 a 100 metros). Y con esta tecnología se registró que los hundimientos en la zona Centro de la ciudad es de entre 5 y 10 centímetros en promedio anual; de 20 centímetros en el perímetro donde se encuentra el Aeropuerto Internacional de la Ciudad la Ciudad de México (AICM), y los máximos valores de hundimiento los detectó en la zona oriente con rangos de 30 a 40 centímetros.
El fenómeno de los hundimientos es irreversible, pero se le puede contener por dos métodos –de acuerdo con los geólogos-, uno es inyectando caudales de agua al acuífero y analizar el comportamiento del subsuelo para después impulsar otros proyectos hidráulicos de gran escala. El otro método es estabilizar al acuífero mediante la reducción sistemática en la extracción de agua e incrementar la recarga mediante la inyección de agua residual tratada con la tecnología más avanzada.
Lamentablemente cada administración establece prioridades y congela otras; se alteran procesos, se pierde personal calificado, y flaquean los presupuestos. Y mientras los hundimientos siguen y la oferta de agua es mucho menor a la demanda.
En el Instituto de Geología de la UNAM se tienen proyecciones de que, en los próximos 150 años, la Ciudad de México se podría hundir 30 metros adicionales, lo que impactará seriamente a la infraestructura urbana y al ambiente.
Esto reafirma que el fenómeno de hundimientos diferenciales es irreversible y que la ciudad está condenada a las inundaciones permanentes.
Además, el acuífero perdería su capacidad de almacenamiento por el peso de la ciudad (el acuífero funciona como una esponja que capta agua por los poros, la almacena, pero cuando se le aplica un peso el líquido sale, y si se mantiene ese peso, aunque le inyectemos agua ya no volverá a almacenar agua en la misma dimensión).
El signo de la CDMX es el agua, se debe cambiar el modelo de desarrollo urbano y redefinir la ciudad para frenar el camino hacia la autodestrucción o de desajustes cada vez mayores que hacen peligrar a todo el Valle de México.
Esta región está llegando a su límite, y por ello urge el impulso de planes para contener los hundimientos y mitigar la vulnerabilidad de la infraestructura urbana ante sismos e inundaciones. El modelo debe enfocarse a la explotación racional de los recursos naturales.