Catástrofes por fenómenos naturales

La Cuenca del Valle de México, por su origen geológico y ubicación geográfica, así como por su grado de urbanización posee una alta vulnerabilidad a los fenómenos naturales: sismos, vulcanismo, hidrológicos, agrietamiento del subsuelos y hundimientos, entre otros.

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today 09/09/2024

Por Alejandro Ramos Magaña

El antecedente de las catástrofes provocadas por fenómenos naturales se mantiene presente en la memoria de la gente.

La Cuenca del Valle de México, por su origen geológico y ubicación geográfica, así como por su grado de urbanización posee una alta vulnerabilidad a los fenómenos naturales: sismos, vulcanismo, hidrológicos, agrietamiento del subsuelos y hundimientos, entre otros.

En el marco de los 39 años de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985 –que dejaron más de 10 mil muertos en la Ciudad de México, y según la Embajada de Estados Unidos fueron cerca de 35 mil–, es importante subrayar los riesgos geológicos por la alta sismicidad en la región. Además, en el país se registran el 8% de los sismos que se presentan en todo el mundo. A nivel mundial, anualmente se originan casi 56 mil temblores de diferente magnitud.

El 19 de septiembre de 1985, un minuto y medio bastó para que los capitalinos descubrieran las condiciones en que se encontraban las construcciones: viviendas, oficinas y escuelas. También fue una señal para determinar las condiciones del subsuelo y sus zonas más vulnerables a los sismos.

La Ciudad de México es una de las más sensibles a los sismos en el mundo, y con la experiencia de esa fecha se comenzó a robustecer los estudios técnicos y científicos para comprender de qué manera los fenómenos naturales del subsuelo repercuten en daños estructurales a mediano y largo plazo.

También este 19 de septiembre se cumplen siete años del sismo de 2017 que dejó 370 muertos, 7,289 heridos y daños en 10 entidades del país, incluida la Ciudad de México.

La Tierra es un planeta dinámico, “vivo”, en su interior se mantiene en constante movimiento. Y el interior del planeta consta de tres principales capas que están muy profundas: corteza, manto y núcleo. La corteza terrestre, en la cual vivimos, es muy delgada, y según los científicos “flota” sobre un manto de roca muy caliente.

Los sismos se producen cada vez que se parten o deslizan las rocas que forman la capa sólida exterior de la Tierra. Todo empieza cuando el movimiento de las capas comienza a deformar gradualmente las rocas, y con el tiempo las rocas ya no resisten la presión y se quiebran violentamente. La energía acumulada se libera y produce unas ondas que viajan en el manto de la roca, y a este movimiento se llama sismo, temblor o terremoto (que en esencia es lo mismo).

Uno de los sismólogos más reconocidos en el país y en el extranjero, Carlos Valdés, me explicó que estos movimientos emiten dos tipos de ondas sísmicas: Ondas P, que son las primarias y éstas se expanden y contraen la superficie terrestre a su paso; y las Ondas S, son las secundarias y son más poderosas y deforman la corteza terrestre, conforme pasan por los bancos de rocas del subsuelo. Y cada temblor tiene su propia magnitud y por consiguiente su estela de daños que provoca en la superficie.

Por ejemplo, un sismo de magnitud 7 es equivalente a 900 sismos de magnitud 5, a 30 de 6, o a 900 bombas atómicas.

Una de las zonas que ha sido monitoreada en las últimas décadas por los científicos es la llamada Brecha de Guerrero, de una extensión aproximada de 200 kilómetros y que se ubica entre Acapulco e Ixtapa Zihuatanejo, debido a que desde 1911 no ha ocurrido un sismo mayor de magnitud 7. Es por ello que en esa franja costera se han colocado instrumentos de medición del Sistema de Alerta Sísmica.  

El mismo Carlos Valdés, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, advierte que es un lugar donde ya se ha acumulado suficiente energía, por lo que es un vacío sísmico maduro que en cualquier momento puede liberar energía. Y la distancia de la Brecha de Guerrero a la Ciudad de México es de alrededor de 300 kilómetros, por lo que un sismo de magnitud 7, y mayor, sería destructivo para la metrópoli.

En el Océano Pacífico se encuentra la Placa de Cocos, una de las placas tectónicas con mayor actividad en el mundo. Por su cercanía con la costa de Guerrero, ahí cualquier movimiento se transforma en un sismo donde sus ondas recorren una distancia de 300 kilómetros llegando a la Ciudad de México en 60 segundos, después de su origen en el Pacífico.

Científicamente no se sabe cuándo vendrá un sismo desde la Brecha de Guerrero, pero la Placa de Cocos continúa su movimiento lento y acumulando energía. Los últimos registros datan de 1899 (siglo XIX), cuando tembló con una magnitud de 7.5 y en 1911 (siglo XX), que fue de 7.7.

Lo que sí aseguran los sismólogos es que de la Brecha de Guerrero vendrá un sismo importante que podría tener repercusiones de considerable peligro para la Ciudad de México.

Ante la incertidumbre sobre ese importante sismo, lo que la población sí puede hacer es estar mejor preparadas para tomar las cosas en serio, aprender a convivir con el riesgo, aceptarlo y manejarlo, y no de manera traumática.

Hoy se ha generado mucha información sobre los riesgos geológicos en la Cuenca del Valle de México, y lo importante es que cada año las autoridades de los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y local) actualicen los programas de desarrollo urbano tomando en cuenta las variables de vulnerabilidad. El aspecto geológico es muy importante que se incluya en los programas de desarrollo urbano.

El desastre del Cerro del Chiquihuite, en Tlalnepantla (10 de septiembre, 2021), o las trágicas inundaciones en Tula, Hidalgo (7 de septiembre, 2021), nos envían señales de la lentitud, ignorancia, omisión y hasta corrupción que existe en los gobiernos.

¿De qué nos sirve tener un gran banco de datos científicos sobre los riesgos geológicos cuando las acciones de gobierno son difusas, omisas y corruptas? Por años se ha dejado a que la gente se asiente en zonas de alta vulnerabilidad, y los dejan hasta que se consoliden colonias, y al paso del tiempo viene la tragedia. Como bien lo señalan los expertos: los desastres se desarrollan, no se presentan intempestivamente. 
La corrupción empieza desde que se deja que la gente ocupe las laderas, que construya en zonas de agrietamiento del subsuelo o que invada el suelo de conservación.

Las reacciones siempre son más costosas que las acciones preventivas. Además, la investigación científica será el único camino para tener un diagnóstico de alta precisión, y esta también ayudará a la población a elevar su esquema de prevención para atender oportunamente el desastre.