El impacto de las nubes tóxicas

Una atmósfera contaminada por compuestos inorgánicos del carbono, del nitrógeno, del azufre, hidrocarburos, metales y partículas suspendidas, impacta la función pulmonar o cardiovascular de las personas.

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today 15/01/2025

Por Alejandro Ramos Magaña

 

Una atmósfera contaminada por compuestos inorgánicos del carbono, del nitrógeno, del azufre, hidrocarburos, metales y partículas suspendidas, impacta la función pulmonar o cardiovascular de las personas. Además, también incide en el sobrepeso, obesidad y diabetes –la llamada epidemia del siglo XXI–.

Las nubes tóxicas cubren a las metrópolis y el aire contaminado es respirado diariamente por los habitantes. Por ejemplo, en 2024 la Zona Metropolitana de la Ciudad de México sólo tuvo 87 días con buena calidad del aire; y fue también el año que registró 12 contingencias atmosféricas por ozono y partículas suspendidas, la cifra más alta de los últimos 15 años.

Una de las grandes fuentes de contaminación que todos los días envía su nube tóxica al Valle de México, es la termoeléctrica “Francisco Pérez Ríos”, ubicada en Tula, Hidalgo. El incremento de dióxido de azufre en la atmósfera se debe a que esta termoeléctrica utiliza combustóleo (el combustible más contaminante del mundo) para generar energía eléctrica.

Durante décadas esta termoeléctrica ha contaminado a Tula y 19 poblados cercanos del estado de Hidalgo, además el Valle de México.

El 5 de enero pasado, la presidenta Claudia Sheinbaum, anunció en Tepeapulco, Hidalgo, la sustitución del combustóleo por gas natural en dicha termoeléctrica. Si bien se trata de una iniciativa positiva, la transición energética podría llevar varios años, tal vez hasta el próximo sexenio. Además, se deben comprometer anualmente inversiones altas para modernizar este complejo industrial.

En este sentido, se debe transparentar este plan de transición energética con calendario y metas para ser monitoreado y evaluado con precisión.

Otra de las fuentes de contaminación que también impactan la región hidalguense y el Valle de México, es la Refinería “Miguel Hidalgo” o también conocida como Tula. Y de acuerdo con datos oficiales, la refinería y la termoeléctrica emiten 33 veces más dióxido de azufre que todo el Valle de México.

El Observatorio Ciudadano de Calidad del Aire (OCCA) señala que este complejo industrial de Tula se ubica en el segundo lugar por emisiones de dióxido de azufre en América del Norte. Y la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que Tula, Hidalgo, es la región más contaminada del mundo.

Obviamente, a la nube tóxica que proviene de Tula se combina con las emisiones que también se generan en el Valle de México por los sectores: industria, transporte, servicios, vegetación y suelos. De tal manera que también urgen programas que vayan a fondo para atender las emisiones locales y con ello garantizar la salud de la población.

ALGUNOS ESTUDIOS

En la última década, diversos estudios realizados en Estados Unidos, España y China, entre otros países, determinaron que la contaminación atmosférica es la responsable de causar diversos trastornos metabólicos e inflamatorios que desencadenan el sobrepeso, obesidad y diabetes, que se han convertido en un serio problema de salud pública. Este fenómeno se suma a los males congénitos que tienen algunas personas quienes desde pequeñas ya muestran signos de obesidad.

Este problema no es nada menor en las metrópolis, sólo fue rebasado por la pandemia del COVID-19, y de acuerdo con la OMS, Estados Unidos y México lideran a nivel mundial los casos de obesidad en su población adulta. Es un serio problema de salud pública que en el caso mexicano tiene rebasado al sistema de salud.

La Universidad Case Western Reserve (institución privada de Estados Unidos) difundió en 2020 los resultados de una investigación con ratones, en la que concluyó que existe un mayor riesgo a la obesidad y diabetes al convivir con exposiciones prolongadas a la contaminación atmosférica.  

Dicho estudio fue publicado en Journal of Clinical Investigation y los investigadores determinaron que debido a factores ambientales a nivel mundial la prevalencia de obesidad se ha triplicado desde 1975 en adultos y menores de edad. Y advirtieron que a la obesogenicidad no se le ha dado la importancia que merece por la escasa evidencia epidemiológica.
Y a estos estudios también se sumó, recientemente, la Universidad de Washington (institución pública de EU), y su conclusión fue que existe una relación significativa entre la mala calidad del aire y la diabetes a nivel mundial. Uno de los investigadores del estudio, Ziyad Al-Aly, destacó que en 2016, y debido a la contaminación atmosférica, aumentó en 3.2 millones de nuevos casos de diabetes. Y a través del estudio se lanzó la alerta del aumento de casos de diabetes en países con menores recursos como Afganistán, Papúa Nueva Guinea o India. Dicho estudio fue publicado en la revista especializada The Lancet Planetary Health.

Además, en 2019 el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) llegó a las mismas conclusiones en un estudio realizado a 2,660 niños de entre 7 y 10 años de edad, de 39 escuelas primarias de la ciudad de Barcelona. Lo novedoso de esta investigación fue que se realizó en el entorno escolar, y el sobrepeso volvió a estar vinculado a la exposición prolongada de la contaminación del aire.

En varias entrevistas que este columnista le realizó al Premio Nobel de Química 1995, Mario Molina (1943-2020), el científico alertó que la mala calidad del aire, debido a la quema de combustibles fósiles, disminuía la función pulmonar y afectaba seriamente el sistema cardiovascular, principalmente por la contaminación de partículas menores a 2.5 micras (PM2.5), y además, los problemas de obesidad y diabetes los relacionó a factores ambientales y genéticos.

Mario Molina advirtió que se necesitaban más monitoreos y mayor control normativo con las sustancias peligrosas como el benceno, tolueno y xileno, entre otros compuestos volátiles aromáticos (generadas por la quema incompleta de combustibles fósiles, fabricación de pinturas y uso de solventes), los cuales provocan cáncer de pulmón.

Según estimaciones de la OMS, en promedio anual fallecen 7 millones de personas a nivel mundial por enfermedades asociadas a la contaminación atmosférica, y precisa que el 92% de la población en el orbe respira aire contaminado.

De hecho en zonas, como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, la mala calidad del aire se extiende cada año por arriba de los 250 días. 
Se han registrado años en que los días con aire limpio –con bajos niveles de ozono y de partículas finas–, van de los 20 a 87 días dentro de la norma ñ, y esto se logra por el barrido que hacen los vientos en la atmósfera de la metrópoli y no por la efectividad del Hoy No Circula y la verificación vehicular.

En el caso de la Ciudad de México siempre que se presenta una contingencia ambiental por altos niveles de ozono o por partículas PM-10 o PM2.5, se apunta a reducir la circulación de los automotores, pero no se ve la misma fuerza con otras fuentes de contaminación. Urge pues la actualización del inventario de emisiones para perfilar un ajuste a las normas ambientales.
Investigadores del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM advierten que, mientras en Estados Unidos se tienen clasificados cerca de 187 compuestos tóxicos atmosféricos, en nuestro país no se tienen contemplados ni se monitorean sus concentraciones en la atmósfera de la metrópoli.

Las ciudades con mayor contaminación atmosférica en el país son: Monterrey, Tijuana, Ciudad Juárez, Guadalajara, Saltillo, Monclova, Minatitlán, Coatzacoalcos, Puebla, Lerma-Toluca, Tula, Salamanca, Tampico-Altamira y Lázaro Cárdenas.

En México –con la alta tasa de obesidad y diabetes– hacen falta estudios que profundicen sobre este problema, pues no solo la mala calidad del aire nos afecta, la pandemia por COVID también atacó con fuerza a personas con estos padecimientos.