El cambio climático está encima y reina la pasividad

El clima está cambiando. No hay duda, y tal vez a estas alturas ya no es sorpresa. Pero sigue siendo noticia.

today 27/06/2024

Por Alejandro Ramos Magaña


El clima está cambiando. No hay duda, y tal vez a estas alturas ya no es sorpresa. Pero sigue siendo noticia.

Un mensaje que se ha difundido –con fuerza, pero con pocos oídos receptivos‒ en los últimos 20 años es el de la comunidad científica a nivel mundial, la cual asegura que la actividad humana está modificando la composición química de la atmósfera del mundo, siendo el cambio más importante el aumento en la concentración del dióxido de carbono (C0₂), ocasionado principalmente por la quema de combustibles fósiles.

Si bien las emisiones del C0₂, de los gases metano (CH₄) y óxido nitroso (N₂O), principalmente, han afectado el balance térmico del planeta ‒en los que se suman la destrucción de bosques y suelo de conservación‒, es importante hacer notar que el agua es otra variable a destacar en su vinculación con el cambio climático.

La disponibilidad del agua es un tema central que debe mantener la misma prioridad en la agenda internacional de cambio climático.

Los impactos que está ocasionando la crisis climática son evidentes con las constantes olas de calor, lo que intensifica y prolonga sequías y más incendios forestales, deshielo de los glaciares, aumento del nivel del mar y las tormentas desatan graves consecuencias con las inundaciones y deslaves de cerros.

México tiene un compromiso internacional de reducir las emisiones de dióxido de carbono, metano y de óxido nitroso (el país ocupa el lugar 14 a nivel mundial entre las naciones con mayores emisiones de los Gases de Efecto Invernadero), que provocan el calentamiento global. Pero también deben mirar hacia otros temas, que merecen atención especial, como el agua y el ordenamiento territorial con el fin de evitar la destrucción de bosques.

Sin embargo, en México de 1990 a 2021 (último informe de emisiones disponible públicamente) se han disparado las concentraciones de metano que 128.03% en el sector energético. Y en el gobierno de López Obrador la empresa del Estado, Pemex, ha ocultado el informe de emisiones de metano en los últimos tres años. Esto no es bueno ni para el ambiente ni para la salud de millones de personas.

Las iniciativas de crecimiento, en el país, apuntan contra la fragilidad de las áreas verdes y suelo de conservación, ya sean protegidas, parques nacionales o bosques urbanos.

El monitoreo sistemático de los acuíferos, el fortalecimiento de la infraestructura hidráulica, así como la recuperación de suelos y masa forestal son acciones que deben estar en las agendas de gobernanza de las autoridades federales y locales, y de ahí fortalecer sus compromisos mundiales.

El manejo del agua y el monitoreo en materia de abatimiento de acuíferos son líneas estratégicas que se deben implementar y evaluarlas periódicamente, independiente de los acuerdos a los que se lleguen a nivel internacional por parte del gobierno mexicano, porque ya son elementos de afectación concreta que se vienen repitiendo con mayor incidencia, y es a lo que se tiene que estar preparado ante los retos de la crisis climática.

Por ejemplo, en la Ciudad de México se estima que más de 2 millones de personas padecen diariamente el problema de desabasto de agua, principalmente en la zona oriente. Sin embargo, este asunto que debería ser de alta prioridad, empezando con el sistemático monitoreo del abatimiento de los acuíferos, por ahora sólo vemos acciones paliativas de respuesta como es el plan de pipas de agua para atender el desabasto.

Las acciones por el agua deben ser complementarias a las que se derivan de los grandes compromisos como lo ha sido con el Protocolo de Kioto (1997) o con el Acuerdo de París (2015), tendientes a la disminución de emisiones de los Gases de Efecto Invernadero (GEI), pero esos compromisos hídricos ante el cambio climático deben ser más fuertes.

En la Ciudad de México una tercera parte del agua proviene de mil 100 metros, del Sistema Cutzamala, así como por la extracción de pozos (acuífero). Del Cutzamala se bombea desde muy debajo de tal forma que, para darle el líquido suficiente a una vivienda, al año se gasta más electricidad que lo que consume de agua una casa promedio, como 2 mil kilowatts al año, sólo de darle un metro cúbico (mil litros), porque hay que succionarla, no es como el petróleo que tiene su propia presión. El costo anual por bombear agua de este sistema al Valle de México es de más de 3 millones de pesos.

Pero en este caso la estrategia de adaptación y de reducción de vulnerabilidad tienen que ver con cuidar el suelo de conservación y con el agua. Hay preocupaciones que no tienen que ver con el cambio climático, pero hay soluciones que tendrán que ver con el efecto de mitigación.

En México hay estudios sobre las causas y efectos del cambio climático, y los más afectados son la agricultura, el agua y los bosques.

Pero también existe un pasivo ambiental en la Ciudad de México, y en el país en general, es la construcción de edificios, los cuales no acatan la NOM 008-ENER-2001 (eficiencia energética en edificaciones) que exige construcciones cada vez más ahorradoras de energía, pero en la práctica ocurre todo lo contrario, lo que genera más emisiones de gases efecto invernadero, al quemarse más combustóleo y gas natural para generar energía eléctrica destinada a enfriar a los inmuebles.

Y la estrategia de cambio climático nacional no refiere nada a los edificios, y un edificio construido hoy tiene efecto por 30 años, entonces un edificio mal diseñado en la Ciudad de México va a requerir aire acondicionado, de una manera significativa, pues el calor sigue en aumento.

El proceso de urbanización en los últimos 40 años ha producido cambios en la temperatura del Valle de México, siendo ahora 2 grados Celsius más caliente de lo que era a mediados de los años 70, y aproximadamente 4 grados de lo que era a principios del siglo XX.

Los expertos se han centrado en experimentos numéricos para concluir que quizá el cambio del clima en la Ciudad de México se debe esencialmente al proceso de urbanización, cerca de 3 grados y al cambio climático global con 1 grado.

A la luz de las amenazas ambientales que enfrentamos, es muy necesario que la ciudadanía perciba con información precisa los alcances de estos problemas, así como de las formas activas en que pueda colaborar en su solución. Somos los ciudadanos quienes con nuestro comportamiento generamos estos problemas, y los gobiernos quienes las complican por posturas políticas e intereses económicos.

No cabe duda, seguir utilizando recursos finitos para la solución de problemas que tienen su origen en la falta de sensibilidad y espíritu colectivo, es prolongar la agonía.

Hoy la esperanza de la humanidad se centra en las cumbres globales climáticas, pero mientras se firman acuerdos por la defensa de los bosques y por frenar la deforestación, así como en las reducciones del metano, lo cierto es que muchos gobiernos, entre ellos México, signan pactos, pero continúan en sus territorios con programas de uso de energía fósil.

Reina en el mundo la incertidumbre, y esto es reflejo de que las agendas internacionales en el ámbito ambiental no están articuladas virtuosamente para tratar de revertir con urgencia los procesos del deterioro del planeta, que no envía signos inequívocos de catástrofe.

El bienestar de la humanidad aún está muy lejos…